sábado, 11 de junio de 2011

Ache de Historia

La Historia no la escriben los vencidos. Ni siquiera los “hermosos vencidos”, como les llamara Leonard Cohen, el flamante Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2011, hace ya 45 años. Cuando empecé a estudiar Historia por imperativos académicos, a finales de 1956 y a punto de cumplir los 8 años, esta, ya la habían escrito –más bien re-escrito– los vencedores no vencidos. Durante los anteriores 17 años. Es decir desde mediados tirando a finales de 1939 hasta esa fecha, la de mi 8º cumpleaños y mi temprana erudición. Durante aquel período tuvieron tiempo, no solo de escribirla, sino de crearla y recrearla para que todo aquello que no fuera de su gusto o de buen gusto, no existiera. O existiera de otra forma y en otro lugar, por ejemplo lejos de nuestros libros no prohibidos, en el extranjero. Un sitio oscuro y peligroso. Mientras que los hechos que sí les complacían, a pesar de no ser objeto de la Historia, lo fueran. Aun siendo necesario hacer ligeros retoques.

Yo aprendí que el brazo incorrupto de Santa Teresa –por cierto ¿donde andará aquí y ahora?– estaba entonces siempre dispuesto a hacer el bien sobre la mesilla de noche del superlativo general. Franco, me refiero. También aprendí que Napoleón y sus “gabachos” habían sido vencidos una y otra vez en nuestra patria hasta ser expulsados como los árabes, y no como se escribía la Historia en Francia, que también mentía de lo lindo excluyendo sus derrotas y ensalzando sus victorias a lo largo y ancho de toda Europa. Y hablando de Europa, aunque en los mapas figurábamos dentro, una vez que te salías de ese mapa con el puntero, comprobabas que no estábamos allí, ni por deseo nuestro ni de los europeos.























Al menos para nosotros, aprendices del saber de obligada obediencia, la Historia nunca miente. A no ser que sea por el bien común de unos cuantos. Antes igual que ahora, como en los Cuentos de Calleja, que también escribía la Historia con gran acierto narrativo. Para no enfrentar a las Españas, a las de entonces y a las de hoy, se ha elaborado desde 1999 hasta 2011 el Diccionario Biográfico Español a cargo de la Real Academia de la Historia –por solo 5,8 millones de euros (5.800.000 €), una calderilla–, alguno de cuyos académicos son incluso cardenales. Para que no pensemos y creamos lo que nos de la real gana, sino lo que está escrito; que es lo cierto y verdadero. Pero como en toda obra magna, ha habido las lógicas erratas. Por ejemplo a Franco se le ha llamado “valeroso general que emprendió una cruzada” en vez de “generalísimo golpista” para intentar corregir un superlativo creado por él en si mismo o en “simismísimo”, y para que nuestros jóvenes puedan escribir correctamente el castellano también llamado español verdadero. Siguiendo con este trascendental personaje de nuestra Historia, el corrector de Word cambió, sin intención de esos catedráticos de la memoria, la palabra totalitario por autoritario, más moderna y acorde a los poderes públicos actuales, que ejercen la autoridad con mano templada en lugar de con un brazo incorrupto, para que las cosas no se vayan de madre. También ha habido un ligero error al confundir a Franco con Negrín aplicándole a este último en sus funciones la definición de “...gobierno prácticamente dictatorial del socialista Negrín...”, en lugar de al primero, la de “...gobierno prácticamente socialista del dictador Franco...”. Incluso ha habido una errata de más actualidad cercana al escribir que “...España trata de conseguir y consigue dejar de ser un país de segunda en el concierto internacional, gracias a la decisión de José María Aznar de apoyar la actuación norteamericana de Bush Jr. en Irak...”, cuando lo que se quería decir realmente es que “...España es un país de primera en el concierto internacional y en lugar de tocar la flauta por casualidad, gracias a la firmeza de José María Aznar, toca ahora el clarinete como Woody Allen...”





















Para salir al paso de las críticas malintencionadas, como todas las críticas, el director de la R.A.H., G. A., ha manifestado que “...aquí no se hace censura previa como se hizo en Oxford (de la Pérfida Albión) al elaborar su diccionario, en base a los principios de la libertad intelectual que nos mueven...”. Libertad pseudointelectual como la del catedrático y cardenal A. C., respaldado unánimemente por la jerarquía católica tanto franquista como no franquista –representando así democráticamente a todos– con grandes aplausos, en una reciente conferencia sobre el tema y que fue escuchada con suma atención –aunque ya sin aplausos–, por los ex-ministros del PP, F. T. y A. A.
Finalmente intentando calmar las aguas del mar rojo, G.A., amante de un mar azul como el Mediterráneo –que no el de Serrat–, ha comunicado que corregirán las múltiples e involuntarias erratas –mayoritariamente producidas por el corrector gramatical automático del Word– y en un futuro ya próximo, si hay nuevas subvenciones del cercano gobierno mediterráneo salido de las urnas, se volverá a reeditar la edición impresa que casi nadie compra ni lee, a pesar de su alto coste en papel y tinta, actualmente almacenada casi intacta en los sótanos de esta Real Institución de la que sus miembros todavía no han tenido tiempo de releer lo dicho y escrito en esa magna obra.

Por fortuna, como siempre, la Historia se repite. ¡Estamos en buenas manos!




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