domingo, 28 de agosto de 2011

Sin salida. El Puto Mercado

Llamémosle así, sin pedir perdón a nadie. El castellano es un rico idioma que nos permite utilizar jugosos adjetivos aunque la Real Academia de la Lengua no esté de acuerdo. El Mercado, llamémosle de una vez el Puto Mercado (PM) para diferenciarlo de los mercados de nuestras ciudades y barrios, donde a diario compramos pepinos, pepinos y más pepinos, además de espinacas, acelgas, patatas, salchichas, sardinas y plátanos de Canarias. El Mercado, el PM, se ha hecho con nuestras almas a través de nuestros bolsillos. Y no sería locura pensar que desde Tiannanmeng para acá, el gobierno chino haya sido su mejor administrador al habernos convencido para comprar tres camisetas suyas en lugar de una de Fabra y Coats. Nuestras ansias de consumo han sido saciadas a base de camisetas. Porqué conformarse con una pudiendo gozar de tres. Incluso, ¿porqué no gozar de tres distintas todos los meses? Se empieza por las camisetas y se acaba con martillos y destornilladores comprándolos también de tres en tres. Tres por uno y todo a cien. Así estamos ahora, con el alma hecha un monedero, el cuerpo bien cubierto y la caja de herramientas repleta, mientras al gobierno chino le pedimos que cambie nuestras monedas en su poder por bonos del estado del bienestar nuestro, a un interés creciente. Mirando al tiempo para otro lado, para no saber ni ver si Ai Wei Wie, un ser humano que se cagaba artísticamente en ese mismo gobierno, limpiándose con las hojas desechadas del libro rojo de Mao, está vivo o solamente domiciliado. ¡Naranjas de la China!, que decía mi abuelo negándose a cumplir mis ansias de un solo caramelo de café con leche de la Viuda de Solano en venta por la “pipera” de la esquina. No de tres con colorantes como ahora fabrican donde antes nacieron las naranjas.

¡Estamos listos y en buenas manos! En las del Mercado, el PM, que compra y vende en el aire sin que nada permanezca entre ellas, de no ser plusvalías representativas de un dinero-moneda; moneda a buen recaudo en países-cajas fuertes. Hasta hace poco, antes de que los informativos nos proporcionaran cultura y paz de espíritu, ninguno de nosotros sabía que ese PM compraba y vendía sin descanso, no solo armas para la defensa y medicinas para los sanos, sino alimentos para hambrientos y agua para sedientos, que se sabe que existen, pero de los que ninguno de estos afortunados se verán jamás hartos. El PM sabemos que no pretende almacenar todos esos productos sólidos y líquidos tan necesarios para la buena vida, ni tampoco los cosecha o recolecta y ni siquiera los ve. Los compra antes de que estén sembrados, formados, o criados, y los vende antes de llegar a su maduración o mayoría de edad. Y el agua que no has de beber déjala correr para que se pierda, con el lógico margen de beneficio establecido por una economía de libre mercado en estos asuntos. Los estados lo crearon y lo malcriaron y ahora también ellos son rehenes y deudores, teniendo que pagar un alto precio por sus anticipos. También es cierto que ese alto precio lo distribuyen generosamente entre todos nosotros, bajando salarios y subiendo precios e impuestos para compensar el equilibrio de la señora Merckel, eficaz pregonera de ese PM.

Mientras, a los ciudadanos solo les corresponde vociferar y recibir leña por disturbar a las fuerzas antidisturbios, que ya se sabe que hace más daño la palabra que la fuerza bruta. Un regio policía que da su vida por la patria cobrando por ello, no puede permitir que una "niñata" le llame “mariquita”, gratis, sin darle un correctivo. Todos tenemos nuestro corazoncito. Además cuando se está en una proporción de 1 a 10 y se reciben heridas en otra de 1 a 100 además de muchos insultos, se está desprotegido, y es lógico que se utilice para defenderse lo que está más a mano que son las llamadas defensas. ¿Alguien ha escuchado a algún broker de los que sirven al PM insultar a un policía? Jamás. Son los parados, los subsidiados, los estudiantes vagos y los deudores de ese PM los que lo hacen y por ello reciben la respuesta adecuada y proporcionada, según nos informa frecuentemente el ministro del Interior de turno.

Estamos en una ratonera y a no ser que seamos tan listos como Jerry o venga a ayudarnos Superratón, Tom siempre será más fuerte y con menos escrúpulos. El Estado no nos protege y la Constitución no nos ampara, solo dice cosas bonitas que quedan bien sobre papel mojado. Seguimos solos, como siempre lo hemos estado, sin dios, ni patria ni rey. Quisimos ser ciudadanos y nos hemos convertido en súbditos. Pero eso sí, en las manos del Puto Mercado, y nuestra única opción es cambiar de camiseta.

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