domingo, 22 de enero de 2012

Al César lo que es del César





Una curiosidad histórica y un análisis comparativo
El 2 de diciembre de 1975, 12 días después de su muerte, Francisco Franco Bahamonde, nuestro ex-caudillo, reclamaba ya difunto (¿?) sus emolumentos en forma de nómina.
Esta nómina –según el documento adjunto a la izquierda–, ascendía a 168.477 pesetas brutas, no quedando claro, si su sueldo era mensual o anual (si alguien dispone de información esclarecedora, por favor que la haga pública cuanto antes). En caso de ser un salario mensual –como opino yo–, y comparándolo con el salario mínimo en España para ese mismo año que según el Decreto Orgánico 547/1975, ascendía para los mayores de 18 años a 50,49 pesetas brutas (fuente, Wikipedia: Salarios mínimos en España), podríamos afirmar que el ex-caudillo cobraba la misma cantidad que 3.337 de sus compatriotas que disfrutaban salarios mínimos, cifra equivalente a la población de Casabermeja en Málaga o a la de Ricla en Zaragoza; por poner dos casos, uno el de una población cercana a donde habito y el otro el del pueblo en el que todavía vive mi tía Carmen. En caso de que ese sueldo fuera anual, contando con 2 pagas extras y vacaciones pagadas para pescar salmones, entonces el número total de asalariados mínimos equivalentes disminuye drásticamente a 238 individuos, que ya no podrían vivir ni en Casabermeja ni en Ricla, por lo que deberían trasladar su domicilio a Parauta en Málaga, ya más lejos de mi casa, o a Aranda de Moncayo en Zaragoza donde no tengo ninguna tía; poblaciones de habitabilidad equivalente a ese menor número de trabajadores.

Es evidente que los tiempos han cambiado para mejor. Para verificarlo, voy a ceñirme a un ejemplo de rabiosa actualidad. La Presidenta de la Comunidad de Castilla-La Mancha, doña María Dolores de Cospedal, que además de ese cargo también disfruta de una página en facebook, titulada, "El sueldo de María Dolores de Cospedal", donde multitud de fans le escriben diariamente animándola a que se lo suba, cobraba en 2010 la cifra anual (euro más o euro menos) de 241.840 €, según fuentes bien informadas (WikyLeaks).







Partiendo también de la suposición de que María Dolores disfrute de 14 pagas con vacaciones pagadas para jugar al golf, y aplicando el mismo ejemplo que en el caso anterior pero con el salario mínimo actualizado que según Real Decreto 2030/2009 se fijaba en 633,30€ para el 2010, podemos contrastar que la población de asalariados mínimos equivalente ha disminuido de forma notable hasta reducirse a 27 de estos individuos, a pesar de estar parados 7 de ellos. Estos sujetos evidentemente no podrían vivir ni en Casabermeja, ni en Ricla, y ni siquiera en Parauta o Aranda de Moncayo.
Ya que la provincia de Málaga está superpoblada, solamente les he podido encontrar alojamiento en Pozuelo de Ariza, en la provincia de Zaragoza, pero al admitir esa localidad únicamente una población de 24 habitantes, los otros 3 restantes tendrían que establecerse en tiendas de campaña en la meseta manchega, lo más cerca posible del domicilio de la señora de Cospedal para poder votarla con comodidad en las próximas elecciones autonómicas del 2015.











Estos 27 afortunados, ni siquiera se verían obligados en esas nuevas ubicaciones, a utilizar el trasporte público para sus desplazamientos, gracias a las distancias mínimas establecidas entre sus alojamientos y los lugares de trabajo donde cavar patatas o cuidar ovejas, habituales en un entorno rural. Además, sus hijos, de tenerlos, solamente cruzando la calle tendrían fácil acceso a una buena educación rural, pública y gratuita. El médico y la farmacia de guardia en el pueblo más cercano, darían buena cuenta de los escasos males de toda la familia a cambio de un módico copago, gracias al ambiente sano y no contaminante de estos enclaves. No así nuestros desafortunados gestores públicos, que no lo tienen tan fácil, viéndose obligados a vivir día tras día en un estrés permanente entrando y saliendo sin parar de las portezuelas traseras de sus Audis A8. A estos sufridos gestores de lo público, ni sus asistentes, librándoles de la presión de abrir dichas puertas continuamente, ni sus chóferes evitándoles la tensión del tráfico cotidiano, han conseguido mejorar la calidad de su vida pública o privada; y la buena educación que les caracteriza, tuvieron que sufragarla sus progenitores en centros privados y masters en el extranjero sin ninguna ayuda estatal. A esto, en verdad, no podemos llamarlo Justicia Social.
Por ello y para remediar esta descompensación, ya que la salud es el bien más preciado que poseemos los seres humanos, la clase política dirigente es auto-recompensada económicamente por si misma. Aunque es de todos bien sabido que el dinero no da la felicidad, pero tampoco la quita.

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