miércoles, 18 de mayo de 2011

Breve ensayo sobre el trabajo


Hemos tardado tiempo en aprenderlo pero finalmente lo hemos logrado gracias a los informativos: El dinero siempre es productivo para alguien, aún habiéndolo puesto en fondos en algún banco islandés. El trabajo, no.

Cuantas veces habrán dicho nuestros gobernantes, el director del Banco de España y la patronal a los trabajadores, que tienen que reciclarse sin descanso durante toda la vida laboral activa -hoy en día más longeva que en la Edad de Piedra-, para poder aumentar la productividad del país hasta su extenuación o jubilación. A pesar de estos sabios consejos, según el mercado mundial esos trabajadores continúan sin ser productivos a pesar de intentarlo de buena fe. Sin embargo, el dinero siempre lo es, aunque desaparezca de unos bolsillos para aparecer en otros opina, el mismo mercado, que es un ente que nadie ha visto pero que todos sabemos, existe. Y ese dinero que tampoco vemos es muy productivo aunque no se recicle. Si lo hace cambiando de manos, todavía lo es más porque aumenta su productividad exponencialmente. Forma parte de su valor intrínseco, no como el trabajo -que solo produce sudor en la frente y mal olor en las axilas- o la falsa moneda que van de mano en mano sin producir nada, porque nada valen. El dinero es como el Plutonio 239, que aunque esté inmóvil en una vasija, no deja de producir y producir radioactividad durante toda su vida activa: unos 24.131 años. Si un trabajador tuviera una vida laboral tan longeva, ¿cuántas veces debería reciclarse? Pongamos un falso ejemplo: Una central nuclear segura explota matando a todos sus trabajadores, estén reciclados o no, y liberando el plutonio encerrado en ella. Esos trabajadores, en el hipotético supuesto de que en alguna ocasión hubieran sido productivos, habrían dejado de serlo desgraciadamente. Sin embargo el Plutonio 239 liberado, no. Solamente hay que saber ¿donde? y ¿como? colocarlo para que no nos haga daño y nos proporcione luz eléctrica y calor a los consumidores, y dinero a sus legítimos dueños mientras siga liberando energía.


Definitivamente: El trabajo no es productivo; el dinero, sí. Ya lo ha demostrado Telefónica. Si ha ganado más de 10.000.000.000 € este último año, ha sido gracias a los accionistas captados y a los contratos conseguidos por sus altos ejecutivos, no a sus más de 30.000 trabajadores en España -rémoras de una empresa estatal felizmente privatizada- contestando a preguntas estúpidas de los usuarios. Por eso despedirá en los próximos años al 20% de ellos y no a los accionistas ni a los ejecutivos. Ni –en un generoso gesto– a los 24.000 restantes, más jóvenes y baratos que los 6.000 viejos sobrantes. Con ello aumentará la productividad y los SMS en esos próximos años. Es el dinero de estos callados accionistas el que ha generado tanto beneficio, no el esfuerzo ni las voces de los trabajadores. Y para generar ese beneficio, los accionistas no han tenido que reciclarse. Ni siquiera moverse de sus casas. Solamente con prestarle sus capitales a dicha empresa, ha sido suficiente. ¡Y muy rentable por cierto! Para que todo siga siendo así y los fieles accionistas no caigan en la tentación de retirar sus acciones saliendo de sus casas, Telefónica deberá seguir mandando progresivamente al resto de la plantilla a las suyas hasta quedarse únicamente con los directivos, a los que por su productividad vendiendo el Paraíso les han premiado con unos pocos “bonus buenus”. Unos 500 millones de euros: solamente el 5% de los beneficios obtenidos. A los despedidos, ¡pan y cebolla!

Hagamos otro esfuerzo de imaginación para generar en el futuro energía muy barata. Creemos centrales nucleares seguras s.e.u.o. (salvo error u omisión), utilizando la mano de obra y la salud de los agentes productores para construirlas y el dinero de las Eléctricas para pagarlas, que ya habrá tiempo para devolvérselo con creces. Después de construidas, esa misma mano de obra antes de perder la salud deberá ponerse a fabricar nano robots, robots de talla media y robots gigantes que les sustituyan cuando ya no puedan más. Estas centrales estaría atendidas por toda esa caterva de robots a los que ningún Plutonio hace mella. Mientras, el personal humano ya se habría jubilado y estaría a salvo lejos de allí, habiendo abandonando sus casas y estando a cargo de sus familiares más jóvenes gracias a la ley de dependencia, o en residencias habilitadas para su fin. En caso de porducirse un S.E.U.O. nadie lamentaría la destrucción de todas esas máquinas y el resto solo sería cuestión de hacia donde soplara el viento, y eso solo lo saben Dios y el recién beatificado Juan Pablo 2º.

Volviendo al presente “chungo” que es la base de nuestro futuro, si China nos compra muchos bonos del tesoro (esa especie de cromos que fabrican los gobiernos) con el dinero obtenido en los “todo a cien” o en los “chinos”, España crecerá y los españoles, catalanes, vascos, gallegos y andaluces de Jaen, aceituneros altivos, también, porque seremos productivos; si no, los parados tendrán que reciclarse hasta el fin del subsidio de los tiempos. En el fin de esos días, cercano ya, la población humana estará dividida en solo dos razas: los que salen en televisión y el resto; que son los que la ven y a los que pertenezco por derecho propio. A todos aquellos que decidamos apagarla por no querer ver más la realidad, nos acusarán de racistas, siendo castigados por ello. No sin empleo y sueldo, que ya solo existirán como un lejano recuerdo, sino a no poder reciclarnos en nada, ni siquiera en humo, y mucho menos en humo enamorado.

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