sábado, 7 de mayo de 2011

Prohibido prohibir el amarillo


Cuarenta y nueve años después del éxito de “Love me do”, el gobierno cubano integra la música de los Beatles en su programa de apertura cultural con la creación de un club estatal: “El Submarino Amarillo”. “La Habana necesitaba un recinto como este en el 2011. Aquí solo se escuchará música beat, nada de bachata ni reggaeton”, ha dicho Ernesto Juan Castellanos, director artístico del nuevo club con paredes azules y amarillas perteneciente al Ministerio de Cultura.

“Al tener de manera oficial un nuevo espacio, los Beatles han pasado de ser prohibidos a obligatorios”, manifestó Castellanos. “En el pasado, el pueblo cubano no estaba en condiciones de asimilar su música ni entender sus letras ni sus melenas. Por ello los cuatro de Liverpool fueron tachados de contra-revolucionarios, siendo prohibidos sus discos y su presencia por uno de los abuelos de la Revolución permanente: el comandante Jorge “Papito” Serguera, recientemente fallecido de cáncer de colon. De haber estado vivo le habríamos invitado a bailar el “Twist and Shout” con nosotros, aunque solo bailaba el son cubano revolucionario, responsable de su enfermedad”, concluyó. Grupos musicales en vivo y en directo, algunos septagenarios, representan aquella música siguiendo la estela que ya iniciaran en España Los Mustangs y Los Beatles de Cádiz a mediados de los años 60.

En el año 2000, como un preludio moderado a estos hechos de actualidad, el propio Fidel Castro asistió a la inauguración de una estatua de John Lennon en el parque de La Habana, muy cerca de donde ahora está “El Submarino Amarillo”, manifestando que John siempre fue un revolucionario desdibujado por sus otros tres compañeros, Paul, George y Ringo. “Así es, mi Comandante”, añadió “Papito” Serguera presente en el acto, “aunque hayamos tardado 20 años después de su muerte en descubrirlo”.
En los once años que han pasado desde aquella inauguración y tras la reciente muerte de “Papito”, la letra de “Obladi, oblada”, ha dejado de considerarse contrarrevolucionaria y el pueblo cubano ha podido finalmente tararearla en la ducha sin ir a prisión por ello.

A la inauguración oficial del club asistió Raúl Castro, vestido de Sgt. Pepper’s y acompañado por su gabinete de ministros disfrazados de miembros de la Banda de los Corazones Solitarios (Lonely Hearts Club Band), presidiendo una representación nacional de beatlemanía formada por fans de la tercera edad; alguno de los cuales, en el pasado, pagaron con cárcel su obsesión musical y la posesión ilegal de vinilos. Los servicios de salud cubanos, se vieron obligados a atender varias lipotimias, entre ellas la de Raúl, y alguna que otra fractura sin importancia, al bailar todos unidos a los acordes de “Back to the USSR”. Fidel Castro siguió en todo momento desde la cama, haciendo los coros, la emisión del evento a través de su televisión pública privada.

Qué tranquilizador fue en un pasado reciente, contemplar a todo un pueblo dormido por los arrullos de una única nana revolucionaria acompasada por los trinos (¡cucurrucucú!) de algunos pájaros. Y cuán gratificante es que cincuenta años después, los gallos de las gargantas de esos mismos pájaros, las de los Hermanos Castro, despierten de sus cunas a un pueblo ya adulto con este madrigal, entonces contrarrevolucionario y ahora progresista, de Lennon y McCartney: “Yesterday, all my troubles seemed so far away, now it looks as though they’re here to stay, oh! I believe in yesterday... (El ayer, todos mis problemas parecían tan lejanos, ahora parece como si estuvieran aquí para siempre, oh!, creo en el ayer...)”. Algunos pocos de aquellos durmientes que intentaron despertarse cantándolo antes de tiempo, fueron trasladados a causa de su peligrosidad social y musical, desde aquellas cunas a jaulas insonorizadas más apropiadas, de las que han salido a tiempo para volver a escuchar su canción favorita.

Se espera que estos aires de libertad permitan que dentro de veinte años, “que no es nada”, como afirmaba también Carlos Gardel hace ochenta, se permita alguna actuación de Marilyn Manson en El Tropicana, si es que no se encuentra para entonces recluido en alguna residencia psiquiátrica para ancianos terminales.






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